La primera causa de la morosidad en los pagos de facturas es la insolvencia

La falta de liquidez del deudor causa la mayoría de los impagos.

Según el Estudio de Riesgo de Crédito que realizan la compañía aseguradora Crédito y Caución y su filial de información empresarial Iberinform, el 59% de las empresas percibe que problemas financieros de sus clientes son la causa del retraso en los pagos de sus facturas. En consecuencia, la falta de liquidez es la razón más citada para explicar la morosidad empresarial. En segundo lugar, el 51% de las empresas opinan que la verdadera razón de la demora en el pago de los clientes es el retraso intencionado. Y, en tercer lugar, el 16% de las empresas piensan que la demora en los pagos se debe a la complejidad del procedimiento de pagos.

Así pues, la primera causa de la morosidad imputable al deudor son los problemas de liquidez y de solvencia a corto plazo. Una situación de iliquidez puede durar un par de semanas, de modo que el deudor podrá pasado este bache seguir atendiendo puntualmente sus obligaciones de pago. Sin embargo, puede tratarse de una situación crónica de iliquidez, provocada por la estructura financiera de la compañía, por lo que este tipo de clientes siempre tendrán dificultades en cumplir con sus pagos. Respecto a las insolvencias, hay que hacer notar que no todas las situaciones de insolvencia son iguales, por lo que el acreedor deberá averiguar qué tipo de problemas de solvencia está atravesando el deudor. La palabra insolvencia puede significar fracaso empresarial, es decir cuando una empresa se encuentra en una situación de crisis económica y financiera por un conjunto de causas. Pero el concepto de insolvencia también se refiere a la incapacidad de una empresa para hacer frente a sus deudas.

Los deudores suelen argumentar que no pueden hacer el pago porque son insolventes. No obstante, antes de entrar en la negociación con un deudor hay que averiguar a qué tipo de insolvencia nos enfrentamos. Consecuentemente lo primordial ante el impago reiterado de las facturas por parte de un cliente, es averiguar si esta situación de insolvencia es temporal o definitiva. Además, si es fortuita o provocada. De modo que hay que averiguar a cuál de las siguientes categorías de insolvencia empresarial pertenece el deudor: la primera, una insolvencia sobrevenida; la segunda, insolvencia fortuita; la tercera, insolvencia transitoria; la cuarta, insolvencia definitiva; la quinta, insolvencia de origen; y la sexta, insolvencia intencional.

En primer lugar, veamos la categoría de las insolvencias sobrevenidas. Estas insolvencias son las que surgen a un cliente que anteriormente era solvente y podía pagar regularmente a sus acreedores, pero por razones endógenas o exógenas, de pronto deja de ser solvente y no puede atender sus compromisos de pago, como hacía hasta el momento de tener el problema. Este tipo de insolvencias normalmente son provocadas por causas ajenas a la voluntad del deudor.  Las insolvencias sobrevenidas; son las que surgen a un cliente que anteriormente era solvente y podía pagar regularmente a sus acreedores, pero por razones endógenas o exógenas, de pronto deja de ser solvente y no puede atender sus compromisos de pago, como hacía hasta el momento de tener el problema. Por ejemplo, puede ser el caso de una empresa que pierde a su principal cliente y sufre una espectacular bajada de las ventas, quedando sumida en una situación de insolvencia. Otro caso típico es el deudor que se queda sin liquidez al no poder cobrar de un cliente suyo que se ha declarado en quiebra y le ha dejado a deber una cantidad muy importante de dinero.

En segundo lugar, tenemos las insolvencias fortuitas. Éstas no se podían predecir de antemano ya que son causadas por factores imprevistos. Normalmente las insolvencias fortuitas son provocadas por causas ajenas a la voluntad del deudor. La actuación del deudor es de buena fe y no se le puede culpar de la situación. Un típico ejemplo es del cliente al que se le quema la fábrica en un incendio y pierde la mayor parte de sus activos.

En tercer lugar, están las insolvencias transitorias. En este caso la empresa se encuentra transitoriamente en situación de insolvencia y no puede pagar a sus acreedores porque a pesar de que sus activos son superiores a su pasivo, su activo circulante es inferior a las deudas exigibles a corto plazo. No obstante, si existe viabilidad para la continuidad del negocio, la empresa puede superar esta fase mediante aplazamientos de sus pagos, entrada de capitales, de nuevos socios o presentar ante los tribunales una declaración de suspensión de pagos para proseguir sus actividades, pero consiguiendo acuerdos de quita y aplazamientos en el pago de sus deudas con el conjunto de sus acreedores. Asimismo, un punto importante en este tipo de insolvencias es determinar si son de corta duración (unas semanas) o de larga duración (varios meses).

E cuarto lugar, se encuentran las insolvencias definitivas. En esta situación de insolvencia la empresa se encuentra con que su pasivo supera a su activo por lo que se encuentra en una situación de crisis definitiva. La empresa se ve abocada al cierre definitivo y a la presentación de un procedimiento concursal de quiebra que suponga la liquidación de todos los activos. Por supuesto hay empresas que no presentan el expediente de quiebra y simplemente cesan sus actividades y practican el “cerrojazo”, dejando en el aire todas sus deudas.

En quinto lugar, las insolvencias de origen. Esta clase de insolvencias son las que ya existían en el momento de conceder el crédito comercial puesto que el cliente ya era insolvente en el momento de pasar el pedido. El principal culpable de esta situación es el propio proveedor por no comprobar la solvencia y capacidad de pago del cliente antes de venderle a crédito.

Y en sexto lugar, tenemos las insolvencias intencionales que son las provocadas por el propio deudor para eludir sus obligaciones de pago. En estos casos el deudor transfiere la titularidad de sus activos o los enajena en fraude de acreedores. En realidad, este tipo de insolvencia está más cercano al fraude que a un problema financiero ya que el deudor ha hecho desaparecer intencionalmente sus activos.

No obstante, algunas situaciones de insolvencia pueden ser una combinación de dos de las insolvencias que se han relacionado anteriormente, por ejemplo, un deudor puede estar en una insolvencia fortuita y transitoria, otro cliente puede haber incurrido en una insolvencia sobrevenida y definitiva y un moroso puede haber provocado una insolvencia intencional y definitiva.

En cuanto a la intencionalidad del deudor que retrasa el pago de las facturas es la segunda causa de los impagados imputables al deudor. En este caso, el cliente moroso retiene voluntariamente el pago para beneficiarse de unos recursos financieros sin coste en perjuicio del acreedor. No obstante, es necesario hacer una distinción entre dos grupos de deudores de mala fe. Primero tenemos a los aprovechados que practican el juego financiero del cash Management retrasando al máximo el pago de las facturas para forzar la financiación gratuita de los proveedores, aunque finalmente y después de un cierto tiempo acaban liquidando las facturas en mora. Estos morosos son los que obtienen beneficios financieros atípicos financiando la actividad operativa de sus empresas a costa de los proveedores. Y segundo, están os morosos profesionales que nunca cumplen sus obligaciones de pago a menos que se les obligue mediante la ejecución de una sentencia judicial si se consigue embargar activos o derechos del deudor moroso. Los morosos que pertenecen al primer grupo son aquellos que al encontrarse con una escasa financiación espontánea y sabiendo que obtener crédito bancario mediante pólizas de crédito o descuentos es mucho más costoso, recurren sistemáticamente a demorar los pagos a los proveedores. De este modo tienen un sistema fácil y barato de conseguir créditos, ya que el proveedor de bienes y servicios se convierte en banquero – a título gratuito– de sus clientes. Los morosos profesionales son aquellos que actúan con mala fe desde el principio, ya que compran con la intención de no pagar. Este tipo de morosos sabe por experiencia que en un elevado porcentaje de los casos el acreedor no emprende acciones judiciales contra los deudores y por lo tanto al final sus compras le salen gratis y su incumplimiento resulta impune.

Vale la pena decir, que el moroso profesional es un fenómeno difícil de erradicar puesto que ha permanecido enraizado en la tradición ibérica desde hace varios milenios –todas las leyes promulgadas hasta la fecha para combatirlo han fracasado– y se ha convertido en un hecho tan frecuente, tradicional y arraigado, que para muchos ya parece una cosa normal y comúnmente aceptada. El moroso profesional tiene la habilidad de hacerse pasar por empresario, pretendiendo ser un hombre de negocios acreditado. En realidad, es totalmente insolvente, ya que no tiene propiedades registradas a su nombre ni ningún activo embargable. En muchas ocasiones ha creado un entramado de sociedades para ocultar sus bienes. Es una persona proveniente de la clase media-alta, con estudios y con cierto nivel cultural. Cuenta con una buena capacidad de comunicación interpersonal, viveza de espíritu, buena memoria y tiene una enorme inteligencia emocional. Muestra una gran autoestima y aplomo. Mantiene en todo momento la sangre fría y tiene habilidad para escaquearse. Se siente superior y está convencido de ser mejor que los demás.

 

 

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Autor: Pere Brachfield, abogado colegiado en el Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona, ICAB.
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