Después de veinte años ejerciendo de morosólogo, he llegado a varias conclusiones empíricas. La primera es que cuando no existe una crisis económica, el 90 por ciento de los morosos son culpables del impago; o sea morosos intencionales.
- La mayoría impagan por intencionalidad pura y dura. El resto no pagan por negligencia, falta de diligencia, informalidad, falta de previsión o simplemente impuntualidad.
- La segunda es que el moroso pertinaz siempre afirma que pagará en cuanto le sea posible, pero en realidad sólo lo hará cuando le hayamos puesto entre la espada y la pared puesto que su estrategia consiste en dejar que pase el tiempo. Un refrán español dice que:«Deuda vieja es deuda muerta»; pues esto es lo que pretenden los morosos: esperar a que la deuda fenezca.
- En tercer lugar (salvo en períodos de recesión económica) que la causa de la mayoría de los incumplimientos de pago es la falta de escrúpulos del deudor; los morosos son granujas que se aprovechan de los acreedores para ganar dinero, o simplemente para sobrevivir. Razón por la cual fuera de una época de crisis económica, los morosos no nos deben inspirar lástima y los debemos poner contra las cuerdas para que aflojen la pasta. Por consiguiente les recomiendo: ¡Tolerancia cero con los morosos!
Las frases favoritas del deudor empedernido
Cuando el acreedor inicia un diálogo amistoso, las tres contestaciones favoritas de los morosos recalcitrantes son: «No debo nada», «No quiero pagar» o «No puedo pagar». Otra de las frases favoritas que suelta el moroso cuando el acreedor intenta reclamar la deuda es: «Hable usted con mi abogado» que constituye una de las respuestas dilatorias más frecuentes para eludir el pago.
El método japonés
El profesional del pufo domina a la perfección el antiguo método de negociación japonés, que consiste en decir siempre sí a su interlocutor y estar pensando que no. Consiguientemente el moroso no suele decir que NO va a pagar, afirma que va a liquidar toda la deuda pero en realidad lo que pretende es ganar tiempo.
Los «Mantras» del moroso
El moroso recalcitrante tiene dos Mantras favoritos. El primero es: «Si ignoro al acreedor, desaparecerá, si le ignoro desaparecerá, si le ignoro desaparecerá».
El segundo Mantra del moroso es: «Si toreo al acreedor, desistirá, si lo toreo desistirá, si lo toreo desistirá».
Y por desgracia estos Mantras funcionan muy bien, ya que las estadísticas revelan que el 80% de las empresas prefieren renunciar al cobro y perdonar la deuda antes de acudir a los tribunales a reclamar el impago.
El síndrome del Yate
Las reiteradas afirmaciones de querer pagar la deuda, pero no decir ni cuándo, cómo o cuánto pagará, forman parte de la estrategia habitual del moroso para eludir el pago y que se basan en la ambigüedad y en la falta de concreción. El discurso del moroso de ofrecer promesas de pago ambiguas e inconcretas es lo que los expertos llamamos el «síndrome del Yate».
- • Ya te pagaré
- • Ya te llamaré la semana que viene
- • Ya te mandaré un cheque
La actitud del moroso
El moroso no acepta responsabilidades ni culpas por el impago: él es un caballero (el 90% de los morosos contumaces son varones). Por lo general echa la culpa a terceros: socios, empleados, directivos, gobierno, coyuntura, mercado, bancos, sindicatos…etc.
Además en España, a la mayoría de los morosos impenitentes si se les recrimina su comportamiento, adoptan una actitud agresiva, se sienten ofendidos y se enfadan con el acreedor.
Como ya hemos visto, uno de los objetivos de todo buen moroso es conseguir demorar el pago lo máximo posible, ya que el tiempo juega siempre a su favor. El moroso experimentado sabe que cuanto más retrase el cumplimiento de su obligación, mayores beneficios obtendrá. Por lo tanto todo moroso avezado procurará torear al acreedor el mayor tiempo que le sea posible puesto que con un poco de suerte no sólo conseguirá demorar el pago de los débitos, sino que incluso con un poco de suerte se librará de pagar: el moroso intenta conseguir lo que dice el refrán «deuda vieja es deuda muerta». El objetivo final del moroso contumaz es que el acreedor acabe desistiendo, abandone los intentos de recuperar su crédito moroso y de facto le condone la deuda.
Pere Brachfield, presidente de APGRI, Asociación de Profesionales en la Gestión del Riesgo