«Hay tres tipos de mentiras: mentiras, malditas mentiras, y estadísticas». Esta frase, atribuida por algunos al escritor y ex primer ministro británico Benjamín Disraelí, y por otros al escritor norteamericano Mark Twain, se refiere al poder de persuasión de los números, así como su habilidad para fortalecer argumentos débiles.
En relación con ciertas informaciones que con carácter recurrente se publican sobre morosidad empresarial, me viene a la mente una cita del influyente periodista y economista estadounidense Henry Hazlitt, quien afirmó: «Demagogos y malos economistas presentan verdades a medias»; esta máxima tiene un maridaje perfecto con una cita del dramaturgo galo Jean Cocteau: «Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad.»
Pues bien, en relación con las estadísticas sobre impagados publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), existe una serie de falacias que se presentan periódicamente como algo creíble, pero la información que se facilita es engañosa y las conclusiones son erróneas. Aunque en las informaciones publicadas parcialmente hay algo de cierto, lo que hacen es tergiversar la verdad. Y lo peor es que estas pseudo-informaciones intoxican a la opinión pública ofreciendo una imagen engañosa de la evolución de la morosidad en el Estado Español.
Cada mes en importantes diarios (incluso económicos) salen publicados titulares como: «Los efectos impagados al comercio disminuyen en 2014», «El importe de los impagos al comercio cae (o aumenta) un x% en el tal mes», «La morosidad comercial cae a la mitad en el último año», o «Los impagos de las compras a plazos descienden un x% en el primer trimestre». Al propio tiempo en la prensa regional mensualmente hacen cábalas de esta clase: «Tal comunidad autónoma vuelve a liderar el descenso del importe de los efectos impagados» o «Los impagos al comercio vuelven a bajar en tal región».
Todos estos enunciados son malditas mentiras en términos acuñados por Benjamín Disraelí.
De esta forma diversos medios hacen interpretaciones más o menos lógicas y razonadas pero poco certeras sobre la evolución de la morosidad basándose en la Estadística de Efectos de Comercio Impagados (ECI) que facilita mensualmente el Instituto Nacional de Estadística. El objetivo del ECI es determinar mensualmente el número y el importe de los efectos de comercio de las entidades de crédito, en cartera y también los recibidos en gestión de cobro de clientes, que hayan vencido durante el mes de referencia y de éstos, los que hayan resultado impagados. Se obtienen datos sobre número y cuantía de los diferentes efectos, desagregados por clase de entidad: bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito y territorialmente a escala nacional por comunidades autónomas y provincias.
Y ¿Qué son estos efectos comerciales? El INE en su Reseña Metodológica los define como: «Documentos negociados a clientes que hayan sido creados para movilizar el precio de las operaciones de compraventa de bienes o prestación de servicios, librados o endosados a la orden de la entidad, y los efectos que hayan sido redescontados en firme a otras entidades». En otras palabras los efectos de comercio son letras de cambio, pagarés comerciales con función de giro, pagarés de cuenta corriente y recibos comerciales, emitidos por las empresas para el pago de las operaciones comerciales. Ahora bien, el INE puntualiza que en la estadística no se incluyen los recibos de servicios básicos como luz, agua, gas, electricidad, colegios, etc. Tampoco entran los efectos u otros documentos tomados correspondientes a operaciones de factoring.
Una vez conocida la información facilitada por el INE, llegamos a la conclusión que los titulares que rezan: «Los efectos impagados al comercio» meten la pata, puesto que aquí el orden las palabras sí que altera el significado. No se trata de las letras de cambio que la familia García firmó a la tienda de electrodomésticos para comprar la nevera a plazos y que no están atendiendo a su vencimiento para disgusto del propietario del comercio, sino de los impagos que se generan del papel comercial girado por las empresas entre sí.
Otro punto muy significativo es que según datos facilitados por la Sociedad Española de Sistemas de Pago, S.A. (Iberpay) los efectos de comercio sólo representan un 0,44% de todas las operaciones de pago que se realizaron en el en 2014; es decir que de todas las transacciones que se realizan con distintos instrumentos de pago, los efectos representan una ínfima parte del pastel. Consecuentemente todas las informaciones cabalísticas sobre la evolución de la morosidad, basadas en tan pequeño porcentaje son poco fiables.
Vale la pena señalar que Iberpay informó que en 2014 casi el 74% de las operaciones de pago se realizaron mediante adeudo domiciliado y el 22% por transferencia; lamentablemente los impagos que se producen en estos dos instrumentos de pago no se registran en ninguna estadística del INE. Por consiguiente careciendo de datos sobre los impagados que se producen en el 96% de las transacciones bancarias, difícilmente podemos publicar informaciones fiables de la evolución de la morosidad.
Pere Brachfield, director de estudios de la PMCM y profesor de EAE Business School