Consejos del profesor Brachfield para la gestión de impagados V

Perfil de la empresa morosa que se declara insolvente.

El mayor peligro de las negociaciones con un deudor (persona jurídica) es que éste acabe presentando un procedimiento concursal, o cierre la empresa antes de cumplir con los acuerdos de pago.

Con este tipo de morosos no vale la pena llegar a compromisos de pago a medio o largo plazo, sino que es mejor hacerle quitas y recuperar enseguida la mayor cantidad de dinero que sea posible.

Otra solución si no se puede cobrar en efectivo, es recuperar los productos vendidos antes de la presentación del procedimiento concursal (o de la desaparición del negocio).

A pesar de que parece difícil reconocer a esta clase de deudores, existe un perfil típico de la empresa en dificultades que acaba declarándose insolvente. A continuación se exponen los puntos más característicos:

  • Suelen ser sociedades limitadas, cooperativas o empresarios individuales.
  • Tienen el capital social mínimo que exige la ley
  • No tienen recursos financieros a largo plazo
  • Su fondo de maniobra es muy pequeño o incluso negativo
  • Presentan un fuerte endeudamiento bancario a corto
  • Tienen entre dos y cinco años de antigüedad
  • Su facturación está entre 155 y 40 millones de euros
  • El gerente tiene menos de cinco años de experiencia como directivo de empresas y carece de formación específica
  • Ha recibido subvenciones oficiales durante los dos primeros años de existencia
  • Se encuentra localizada geográficamente en el sur de España, Canarias o en Levante.
  • Pertenece a un sector de riesgo como construcción, textil, servicios educativos, nuevas tecnologías.

 

El moroso profesional

El término «morosos» debería de utilizarse para designar a los clientes que se retrasan en el cumplimiento de una obligación de pago y demuestran poca diligencia para realizar el desembolso pero que finalmente pagan la deuda en su totalidad.

Por lo tanto morosos son aquellos deudores remolones que acaban pagando, o sea no incurren en un incumplimiento definitivo de la obligación sino en un cumplimiento tardío de la misma.

Ahora bien los morosos profesionales son los caraduras que nunca tuvieron intención de pagar, son sinvergüenzas que se niegan sin ningún motivo a pagar las facturas, y son los defraudadores que han hecho de la morosidad una profesión lucrativa.

Este tipo de individuos deberían recibir una denominación diferente, como sucede en algunos países latinoamericanos. En aquellas latitudes se les llama “tramposos” para distinguirlos de los simples morosos.

 

Retrato robot del moroso profesional en 17 trazos.

La persona que responde al perfil de  moroso profesional aglutina en mayor o menor medida una serie de rasgos comunes que se enumeran a continuación:

  1. Es un individuo que tiene la habilidad de hacerse pasar por empresario pretendiendo ser un hombre de negocios respetable.
  2. Por lo general es un varón con una edad entre los 35 y 55 años.
  3. Es una persona educada, con estudios, y tiene buena presencia.
  4. Posee una gran capacidad de comunicación interpersonal y tiene una enorme inteligencia emocional.
  5. Siempre tiene múltiples proyectos de negocio, pero ninguno sólido o con arraigo.
  6. Va creando distintos negocios, pero sólo como pantallas para operar y conseguir créditos, ya que no existe ninguna empresa con activos sólidos detrás de los nombres comerciales que utiliza.
  7. Suele impagar las facturas muy pronto, generalmente cuando ha conseguido ganarse la confianza del nuevo proveedor y haber obtenido suficiente crédito para que le resulte rentable su esfuerzo.
  8. Nunca asume responsabilidades directas por el impago. Él nunca tiene la culpa y siempre tiene tendencia a implicar a terceras personas. Nunca dice que no paga, sino que el responsable de la falta de pago es otro: es culpa de su socio, de su contable de su secretaria, del banco, o la clásica excusa de que no puede pagar porque a su vez alguien  no le ha pagado todavía.
  9. Cuando ha llegado al límite y no puede seguir eludiendo a sus acreedores, cierra la empresa tapadera que le servía para operar y desaparece, para luego montar otro negocio en un lugar diferente y con otra denominación social.
  10. Es totalmente insolvente, ya que no tiene propiedades registradas a su nombre.
  11. Tiene un carácter sumamente afable, simpático, es un gran seductor, tiene un gran don de gentes, cae bien a los demás e inspira confianza.
  12. Es un sujeto urbano, prefiere vivir en las grandes ciudades y suele residir en una zona de clase alta o en un barrio residencial (siempre de alquiler) pero cambia con frecuencia de domicilio ya que no suele pagar los arrendamientos y además cambiando a menudo de lugar de residencia, le permite eludir a sus acreedores.
  13. Puede llegar a tener personalidades múltiples –puede tener varias caras según le convenga– y tiene una gran capacidad de mimetizar con todo el mundo adaptándose con facilidad al entorno y al perfil de sus interlocutores (es un personaje camaleónico)
  14. Tiene una situación familiar irregular (no está ni casado, ni soltero, ni divorciado) y acostumbra a vivir solo, aunque es frecuente verlo en compañía femenina (generalmente mujeres jóvenes y atractivas).
  15. Es un personaje suficientemente conocido en su sector y en los ámbitos sociales de su zona y nadie se fía de él, pero aprovecha la apertura de nuevas sucursales bancarias, la aparición de nuevas empresas, la inauguración de nuevos negocios, para encontrar nuevas víctimas y «dar un buen golpe».
  16. Suele planificar sus acciones para hacer operaciones de importes elevados, ya que no se molesta en “trabajar” por minucias.
  17. Le da lo mismo que le lleven ante los tribunales, ya que por un lado es totalmente insolvente, por lo que no le pueden embargar nada ni le pueden meter en la cárcel por deudas, y por otro, como cambia habitualmente de denominación social, de sector y de zona de actuación, no le preocupa lo más mínimo que se divulgue su condición de moroso contumaz en el entorno actual.

 

La vida de Don “Máximo Mor Osón”; moroso de profesión.

Al Sr. Máximo Mor Osón (personaje ficticio que encarna al profesional del impago) se le puede reconocer con cierta facilidad si seguimos aquel dicho de: «que por sus obras lo reconocerás».

Por consiguiente es necesario estar atento a ciertos detalles para detectar a tiempo a los morosos profesionales, ya que viven camuflados entre nosotros o lo que es peor intentan aparentar lo que no son, proyectando una imagen impecable ante la sociedad.

Con toda seguridad  hemos visto muchas veces a Don Máximo Mor Osón sin reconocerlo; nos hemos cruzado con él en la entrada de un restaurante de lujo, o lo hemos visto en el vestíbulo de un hotel de 5 estrellas, o bien esquiando en las pistas de Baqueira Beret.

También se le suele ver alternando con los VIPS en el puerto deportivo de Palma de Mallorca o jugando al golf en un club selecto. Su retrato robot es: varón de 45 años, empresario (o mejor dicho pretende ser empresario), elegante, vestido siempre de forma impecable y a la última moda, simpático, con don de gentes, reside habitualmente en una gran ciudad, vive en un apartamento de alquiler en el mejor barrio de la ciudad (por supuesto hasta que lo echen por no pagar el alquiler al arrendador), no tiene propiedades inscritas a su nombre en ningún registro público. Y además su situación familiar es poco convencional, (divorciado o separado un par de veces) mantiene varias relaciones sentimentales a la vez, puesto que es un gran seductor y cae muy bien a las mujeres.

Don Máximo Mor Osón se dedica a los negocios, aunque ni sus vecinos ni el barman del club que frecuenta, podrían decir exactamente a qué se dedica el Sr. Mor Osón, puesto que dice a todo el mundo que tiene varias empresas  y siempre está explicando nuevos proyectos que guardan poca relación los unos con los otros.

No obstante nadie se atreve a poner en duda la gran capacidad de Don Máximo Mor Osón para los negocios, puesto que salta a la vista el éxito que ha obtenido. Sus trajes caros (su sastre es el presidente de su club de acreedores), sus corbatas de marca, su automóvil de lujo (que por cierto la empresa de renting intenta recuperar hace varios meses ya que sólo pagó la primera cuota) y su tren de vida demuestran fuera de cualquier duda que es un triunfador.

Ahora bien el gran activo de Máximo Mor Osón son sus relaciones; conoce a todo el mundo; todas las personalidades públicas, desde el presidente del gobierno hasta la estrella de cine de moda, todos son amigos suyos.

Otra faceta del Sr. Mor Osón es haber viajado por todo el mundo, ya que conoce como la palma de su mano los cinco continentes (en 5 agencias de viajes que tuvieron la imprudencia de ofrecerle «viaje ahora y pague después» también le conocen muy bien)

No obstante Máximo Mor Osón no es ningún esnob y sabe codearse con todo tipo de gente, sin importarle a que clase social pertenecen –siempre que tengan dinero y estén dispuestos a invertir en sus negocios– y tiene la virtud de caer siempre bien a todo el mundo. Y es que Don Máximo  tiene una personalidad camaleónica, tanto es capaz de hablar de fútbol (es íntimo del seleccionador nacional) como de religión (bajo riguroso secreto cuenta que asesora al Papa en inversiones internacionales) por lo que puede adoptar múltiples personalidades.

En ocasiones a Máximo Mor Osón le acaba cercando algún experimentado y tenaz acreedor; en estas circunstancias utiliza sus dotes innatas de actor para explicar alguna desgracia familiar y tocar la fibra sensible del acreedor. El resultado será que el acreedor acabará prestándole cincuenta euros para que el Sr. Mor Osón pueda coger un taxi (ya que se ha olvidado la cartera en casa  y  un caballero de su categoría no puede coger el metro) para ir a visitar a su hija que se debate entre la vida y la muerte en el Hospital (por supuesto Máximo Mor Osón no tiene hijos)

 

 

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Autora: Cristina Vert – estudios sobre la morosidad
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